¿Te ha pasado que tu hijo se enoja y puede quedarse gritando y pegando sin parar por mucho rato y no puede controlarse?

A mi si. Hoy hablaré desde la experiencia de mamá y también como psicóloga y psicoterapeuta.

De pronto nos encontramos con nuestro hijo «en la edad del berrinche» y pensamos que si el niño hace berrinche es algo «normal» y que hay que dejarlo, y ya pasará, y llega un día en el que nos encontramos con que no todos los niños hacen el mismo berrinche que el nuestro, o que el niño del vecino hace berrinche pero se calma rápido, y el nuestro cada día está peor, o que hay temporadas en las que llora por cualquier cosa, y se frustra y hace un drama tremendo y otros en los que llora y se calma fácil, y otros en los que nos dice qué tiene o otros en los que es imposible manejar la situación. Pero, ¿Qué pasa, qué estoy haciendo mal como mamá? nos preguntamos, y es una pregunta que tengo que confesar ha pasado muchas veces por mi cabeza. Como psicóloga tengo muchas respuestas en la teoría, pero ¿realmente es fácil aplicarlas? Para nada! Cuando esto pasa te encuentras con la mirada de juicio y opiniones de muchas personas que dicen que tienes a tu hijo «muy consentido», que a ese niño le hacen falta límites, que una nalgada o una bofetada no le haría daño porque así aprenderá a que «no debe» tener ese comportamiento, etc. Pero en realidad ¿A ese niño le hace falta una nalgada o una bofetada para calmarse? Realmente es un niño mimado? Imaginemos que estamos muy enojados por algo, y no sabemos bien qué es lo que nos pasa, se nos dificulta expresar lo que sentimos, estamos descubriendo nuestras emociones y cómo canalizarlas y de pronto tengo tanto enojo por algo que empiezo a expresarlo y lo expreso como puedo con la persona que se supone más debería quererme y «aguantarme» y enseñarme a canalizarlas y lo que recibo es una cachetada, o un cállate, o una nalgada, o cualquier tipo de golpe, o simplemente me callan porque molesta el ruido que hago al estar enojado, o frustrado, y que cada vez que me siento así me pegan o me callan, ¿Qué sentiríamos? Ya no dan ganas de expresarlo verdad? En realidad eso es lo que pasa con nuestros hijos, hay una edad en la que ellos están aprendiendo sobre sus emociones y cómo se sienten, y qué hacer con cada una de ellas, y nuestro papel como papás es enseñarles a canalizarlas y expresarlas de una forma «sana» pero si nosotros cada que expresan enojo o tristeza los callamos, les pegamos, les gritamos, etc., lo que les estamos enseñando es que esas emociones son malas, y que no hay que expresarlas, si estamos enojados o tristes mejor nos callamos porque mi enojo molesta al otro o lo peor me pegan. Y lo que empieza a pasar es que nuestros hijos comienzan a tener una olla express llenándose y llenándose cada día más, no saben qué hacer con todo lo que sienten, y qué es lo peor? Que cuando explota todo lo que hay dentro de ellos, de nuevo terminan golpeados o callados porque al adulto le molesta lo que sienten.

Esta feo o no? Si lo trasladamos a nosotros como adultos, seguro nos molesta que nos ignoren o nos quieran lastimar por expresarnos, además que seguramente nos enoja y nos frustra más que nos callen, nos ignoren, o nos digan que no les interesa lo que sentimos. Lo mismo pasa con los niños, y lo que es peor, los niños generalmente comienzan a tener conductas poco funcionales, o de autodestrucción (comerse las uñas, rascarse hasta sangrar se, pegarse, lastimarse) o bien agresivas hacia los demás. Y la mala noticia es que muchas veces los niños terminan de nuevo golpeados, regañados, o lastimados porque «eso no se hace».

Y bueno seguro se preguntaran y entonces qué hago? La solución suena muy fácil pero me queda claro que es más complicada cuando estamos en una situación que ya se nos fue de las manos. Pero si estas con un niño como el que describo en donde por cualquier cosa explota y tarda mucho en tranquilizarse, pega, grita, y parece que no hay fin en su «berrinche», o un niño que ha comenzado a comerse las uñas, o que se está sacando sangre, o tiene comportamientos agresivos o conductas inapropiadas y que no tenía con anterioridad te voy a pedir que pienses en esto. ¿ Qué es lo que YO necesito cuando estoy enojado o triste? Expresarlo verdad? Que alguien nos escuche, contención, afecto, apoyo, etc. Lo mismo pasa con nuestros niños! Hay que ponernos a ver qué nos está queriendo decir nuestro niño, qué necesita, qué tanto tiene ahí guardado en su olla de presión, qué mensaje le he estado mandando, realmente lo contengo o lo «castigo» para que aprenda a que «eso no se hace», qué le está generando tanta ansiedad en el caso de que se coma las uñas o se haga daño, con quién está tan enojado, nos podemos preguntar si ha habido algún cambio en su vida que lo tenga preocupado, angustiado, enojado, frustrado, etc., y puedo asegurar que en cuanto pongamos atención a estas cosas comenzaremos a ver cambios en su comportamiento. Por supuesto que no es de la noche a la mañana, pero los niños necesitan saber y sentir que pueden expresar sus emociones sean las que sean, y que se vale estar enojado, triste o lo que sea que sientan, y que estar enojado con mamá o papá no es malo, a veces pasa y está bien, pero lo más importante es que les enseñemos a expresar con palabras y canalizar lo que les pasa.

Si tenemos un niño que ya está con su olla de presión llena, hay que dejar que la descargue, que todo lo que tiene ahí dentro lo saque, y seguro tardará muchos días en descargar todo lo que tiene, y si mi niño es de los que pegan cuando están muy enojados entonces darle opciones para que en vez de pegarme a mi o a él mismo le pegue a una almohada, o a algo en donde si pueda descargar. Podemos darle masa para que la aplaste, o papel para que arrugue y haga bolita, etc. Quizá al principio se nos hace difícil y nuestro niño no lo quiere hacer pero vas a ver que conforme vaya sacando todo lo que tiene dentro poco a poco irá aceptando estas nuevas formas e irá aprendiendo a descargarse de otras formas.

Y lo más importante revisar qué pasa conmigo como papá o mamá cuando mi niño se enoja, cómo manejo yo mis emociones, realmente me permito sentir o también las tapo y por eso me hace ruido que él las exprese y las saque y por eso prefiero reprimirlo. Y también qué hago yo cuando me enojo? También pego, grito, me salgo de control? Qué es lo que mi hijo ve? Porque hay que acordarnos que nuestros hijos aprenden con el ejemplo y si yo no se o no puedo manejar mis propias emociones, difícilmente podré enseñarle a hacerlo.

Es muy difícil esta labor, y hay niños a los que les cuesta más tiempo que a otros, pero te aseguro que si logramos revisarnos a nosotros como papás, y revisar el ambiente que hay en casa, y tomamos en cuenta lo que pasa con nuestros hijos y tomamos como se dice «el toro por los cuernos» podremos encontrar un equilibrio y siempre es mucho más efectivo contener a nuestros hijos con amor y paciencia, demostrándoles que los amamos felices, tristes, enojados, con miedo y con todas sus emociones, que reprimiendo y castigando.

Un niño que se siente comprendido, que no tiene miedo de expresarse, que sabe que puede decir lo que le pasa y que si algo le sucede se le va a apoyar es más difícil que tenga conductas inapropiadas y es más fácil que encuentre la forma de canalizar sus emociones de una forma sana.

Y paciencia como papás, nadie nos enseña a serlo, y muchas veces traemos arrastrando cosas o situaciones, pero lo importante es darnos cuenta y poder hacer las cosas lo mejor posible. No hay padre perfecto ni hijo perfecto, es un camino de aprendizaje mutuo y todos hacemos lo mejor que podemos.

MPH. Tatiana Gómez Chico Leyva
Centro Nacser

Tags

One response

  1. Felicitaciones. Que buen artículo. Súper indispensable entender lo que dice y aplicar hasta en nosotros como adultos lo de aprender a gestionar las emociones.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.